Y si nos empeñamos en deshojar la vida, ¿qué nos queda? Quitamos de aquí y allá, de diestro y siniestro, equilibramos la felicidad con dosis de amargura, recurrimos al dolor para ser realmente conscientes de que necesitamos curarnos, arriesgamos todo y al minuto nos arrepentimos, perdemos, ganamos, soñamos... Imaginamos un mundo distinto, basamos nuestras decisiones en el azar, en lanzar una moneda, en esperar una señal, en un "me quiere no me quiere" que deja tras de sí un suelo verde inundado de pétalos pero sin vida. Ansiamos dar el paso, vivir sin remordimientos, terminar cada día en la cama rendidos con una sonrisa, dejar como cosa del pasado las mil vueltas entre las sábanas pensando en un "qué hubiera sido"... Dejar atrás todo eso para empezar a quererse un poco más y, ¿por qué no? A ser un poco egoísta. Reinventar un clásico en "¿Me quiero?Sí! Me quiero".
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