miércoles, 17 de agosto de 2011
Vivimos anhelando el pasado, ansiando el futuro y en la mayoría de ocasiones sin tener en cuenta el presente. Y bien, ¿qué nos cuesta? Tendemos a recordar momentos que no se van a volver a repetir por mucho que deseemos. Nos obsesionamos de manera ridícula por tratar de diseñar nuevas situaciones que dentro de un tiempo podamos añadir a la lista de "recuerdos". Pero claro, mientras uno está ilusionado no es consciente de lo patético que resulta... De verdad, ¡¿qué pasa?! Sí, venga, vamos a hacer un planning a largo plazo que se irá a la mierda cuando todo vaya increíblemente bien para recordarnos que no podemos jugar a ser Dios, que somos mortales... ¿Qué nos costará limitarnos a disfrutar el momento cuando todo es perfecto, sin pensar en absolutamente nada más? Pues nos cuesta. O al menos ME cuesta... Supongo que será algo así como fobia a la felicidad. Es sentir impotencia, ser totalmente incapaz de creer que las cosas pueden salir bien y si no se estropea por la otra parte ahí está mi cabecita loca cargada de orgullo para recordarme la facilidad que tengo para complicar todo, para arruinarlo. Y ¿dónde está el punto medio? ¿existe el derecho a sentirse culpable? ¿a echarle morro? Se cierran y abren etapas pero ¿dónde está el/mi límite?
viernes, 12 de agosto de 2011
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